Fue así que cada vez que se quería comer cerdo asado se prendía fuego a otro bosque.
Pero algunos cuestionaron el método y se intentó pues, modificar el SISTEMA. Así se reunieron congresistas, seminaristas, se hicieron conferencias, tratados, para hallar soluciones.
Se había montado una estructura muy compleja para asar cerdos: especialistas en sectores ,los encendedores, los encargados de fuego diurno, nocturno, de invierno, verano…..
Directores generales de Asamiento, Administrador General de Forestación Incendiable, Comisión Nacional de Entrenamiento, Profesional de Porcología….
Un día llegó un encendedor de fuego diurno matinal, llamado Juan Sentido Común y dijo que la solución era muy sencilla si se elegía al chancho, se lo mataba, limpiaba, trozaba adecuadamente y se lo ponía sobre un enrejado metálico o armazón, arriba de unas brasas, hasta que por efecto del calor se encontrara a punto.
Las respuestas a semejante propuesta fueron: “lo que usted dice está bien pero solo en teoría, en la práctica no resultará”. ¿Qué hacemos con los encendedores de diversas especialidades?
¿Y los especialistas en semillas? ¿Usted cree que si fuera tan simple, tendríamos tantos especialistas, congresos, seminarios, profesionales perfeccionándose en el extranjero?
¿Y qué hacemos con los bosques ya preparados?
¿Qué hago con la Comisión Redactora de Asado? ¿Y el ingeniero de Porcopirotecnia?
EL SISTEMA ES BUENO: HAY QUE MEJORAR LO QUE TENEMOS Y NO CAMBIARLO!!
A usted lo que le falta es Sensatez, Sr. Sentido Común!
Uno desde afuera dice: “lo arreglo todo”. Le recomiendo que no insista con lo suyo, puede encontrarse con un superior menos comprensivo, y….”
Esta fábula remite con excelente precisión, situaciones cotidianas, ¿a quién no le pasa algo similar?
Deberíamos estar alertas ante tantas formas alienantes, que de tanto vivenciarlas se convierten en lo común. Largas colas, trámites frustrantes, informaciones erróneas, engaños, son formas patológicas de vida que nos invaden.
Conviene preguntarse qué grado de renuncia ponemos en juego a consecuencia de resultar eficientes y competentes.
Experimentar la sensación de estar atados de pies y manos para conservar un puesto, un lugar social, un status económico suele ser común.
Ante las denuncias se suele hacer oídos sordos, con lo cual la libertad de expresión se convierte en hablarle a un muro, sin interlocutores que hagan valer el derecho ajeno.
Un primer paso es cuestionarse el lugar en que cada uno de nosotros estamos implicados y qué está a nuestro alcance para promover un cambio.
LIC. ANDREA MARINO (psicóloga)